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Al que no quiere caldo, dos tazas

 Ya tienes el diagnóstico de TEA  debajo del brazo y empiezas a buscar información para ver como le hincas el diente. Libros, videos, conferencias, el doctor google, todo parece poco, aunque, con la experiencia que da haberlo pasado ya no había motivo: Mi chico era el mismo que hacía 2 meses, cuando no tenía el diagnóstico, y era un 10 de feliz.  Aun así, y reconociendo que tiendo a obsesionarme con las cosas de salud, me lancé a un torbellino de información para tratar de entender y ayudar a mi pequeño socio, y que me vendría tan bien cuando tuvimos el diagnóstico del socio pequeño. Entonces es cuando descubrí que el TEA, normalmente, no suele venir, así, a palo seco, sino que a veces viene con propina, con lo que llaman comorbilidades, y que  éstas son muy distintas entre caso y caso. En el caso de nuestros hijos, a pesar de ser hermanos, ninguno de los dos las comparten, para que podamos probar un poquito en plan pintxo de cada una de las propinas que vienen con el TEA. Las que nos

¿En ocasiones ves muertos?

 Todo el proceso, desde el primer contacto con la escuela hasta el diagnóstico final, duró algo así como dos meses. Primero nos hicieron entrevistas en el centro escolar, comentamos la adaptación al niño al centro, su evolución y nos preguntaron sobre sus dinámicas en casa. Recuerdo de esas reuniones ir con el corazón en un puño, sintiéndome culpable de no haberme dado cuenta de lo que para la orientación del centro parecía evidente. No son preguntas muy allá, amigos, comportamientos en el parque, hábitos de sueño, comida, ese tipo de cosas. Con el paso de los días el expediente va haciendo camino y de pronto te llaman del hospital para concertar una serie de citas. Si la memoria no me falla son tres, una con el niño a solas y el psicólogo, otra del niño a solas con el psiquiatra y otra conjunto con el psiquiatra. En vuestra comunidad autónoma, país, puede ser distinto, pero es como trabajaba el Ibsmia cuando empezamos el diagnóstico. ¿Y sabes qué? Que da mucho miedo. Nombrar la palabr

Tenemos que hablar

 Tu vives feliz, en tu inopia, pensando que tu hijo no tiene ningún problema. Una parte de ti a veces tiene dudas, porque ves que tu hijo hace cosas que no hacen lo demás, pero le buscas excusas. Lo más normal es que lo asimiles con comportamientos tuyos propios, o de tu pareja, y que normalices, o desdramatices, porque vamos, ¿Acaso los niños no son esos locos bajitos que decía Serrat? Todo normal, todo controlado, hasta que un día alguien te convoca a un sitio, te sienta frente a una mesa y te tira una bomba atómica de trillones de quilotones. No sé como será, ni quien será, porqué depende mucho del país donde vivas y de que como funcione la sanidad. Es posible que el pediatra haya levantado la voz de alarma, tal vez haya sido el colegio o hayas recurrido a un psicólogo de pago al atar cabos. Puede que en tu país sea distinto, pero a nosotros nos llegó a través de la escuela.  Un día la tutora te convoca, con la excusa de tener una toma de contacto. En principio no hay nada de que pr

No hay peor ciego que quien no quiere ver

Como os iba comentando antes del pequeño fuera de ruta, los indicios aparecen a partir de los dos años y tendemos a malinterpretarlos o a no verlos por completo. Son nuestros hijos, y están tan cerca nuestro, que somos miopes en muchas ocasiones, como cuando alguien te dice que has perdido o ganado peso y tu te sigues viendo igual al espejo. ¿Quién nos avisa sobre esos indicios y nos llaman la atención? Los otros, el entorno no tan cercano: Amigos, la guardería, el colegio, el parque. Es muy fácil que en un grupo pequeño el problema pase inadvertido, pero cuando la comparación incluye un grupo grande; una clase de niños, un grupo de actividades extraescolares; con la misma edad y circunstancias, las diferencias resaltan como una mancha de chocolate en tu impoluta camisa blanca. Os cuento algunas de las señales que malinterpretamos nosotros, físicas y comportamentales, para que os hagáis una idea del grado de miopía que podemos desarrollar como padres: • El gateo de trípode del mayor:

FUERA DE RUTA 1: CUIDADO CON LO QUE DICES

 Quien me conoce sabe que no soy una persona especialmente ordenada, pero estaba intentando llevar un orden en el blog para contaros desde los primeros pasos hasta la adolescencia, que es la etapa que me está tocando ahora. Ayer noche pasó algo que quiero compartir, por eso el título de fuera de ruta, aunque probablemente eso haga que me gane el título del peor del padre del universo. No podré decir que no es merecido, o al menos así me sentí anoche. La cuestión es que, durante unos días, la familia solo ha sido tres, porque mi hijo mayor estaba jugando un torneo con su equipo de baloncesto (más adelante hablaré de las bondades del deporte para un TEA). Ayer nos volvimos a reunir todos, y como se ve que se "echaban de menos", estuvieron todo el día de pelea. El pequeño felicitó al mayor por haber ganado el torneo, y el mayor se lo tomó a mal, el mayor dijo X, el pequeño se lo tomó a mal. Todo el día, desde las 12 hasta las 23, aprovechando cada oportunidad para chincharse, mo

Los primeros indicadores: La negación

 Ya hemos salido de la clínica y estamos aprendiendo lo que es ser padres. Las noches se hacen largas, el cansancio se acumula, pero todo lo compensa la felicidad de verle crecer sano y fuerte. Tal vez seas uno de esos padres con suerte, de esos que siempre dicen que su niño no llora, duerme 8 horas y que se porta genial por las noches. Tal vez seas de esos, a ti, querido amigo, solo te puedo decir que no juegues a la lotería, que tu suerte ya está agotada, y que no tengas un segundo. El Karma es muy puñetero, y tienes todos los números de que te persiga y te alcance, pero a base de bien. Lo siento, la envidia malsana me ha desviado de lo que os contaba. Empiezan las revisiones pediátricas, las vacunas, tal vez ya comience a ir la guardería. Estamos en su primer año de vida y no hemos notado nada, todo es normal, nuestro hijo nos vuelve loco lo mismo que el del vecino. Aunque pronto empezarán a haber las primeras diferencias, y comenzará la etapa de negación. Por lo general, los pr

El origen de todo y la culpa

No, no vienen de París, ni los trae la cigüeña, ni nacen debajo de una col. Sería mucho más fácil, porque entonces la culpa sería de los franceses; que siempre tienen la culpa de todo; de la cigüeña o de los pesticidas que reciben las coles. Pero no, los niños vienen de nosotros, de un hombre que pone millones de semillitas en una mujer, que en ese momento dispone de un óvulo fértil que obrará el milagro. Cada semillita compite en una yincana enloquecida por encontrarlo, y, por azar, por destino o pura chiripa uno de ellos llega a su destino. El destino es solo un nuevo comienzo, donde la coctelera de la genética se pone en marcha, y tras 9 meses de larga espera, aparece un bebé, agitado, no removido. Las carreras en el paritorio se desatan, y tú no entiendes nada, tú quieres que te lo den de una vez porqué está llorando, y ya nuestra razón lucha contra nuestros instintos más oscuros de saltar encima de los médicos y destriparlos por hacer daño a nuestro bebé. Tras unos minutos, que se